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La utilidad de lo inútil


Son tiempos difíciles para todo aquello que no pueda defenderse por su finalidad práctica, venderse por su utilidad; prima la materia sobre el espíritu, el beneficio económico sobre la gratificación del alma. El italiano Nuccio Ordine, profesor universitario de literatura, publicó el año pasado un manifiesto con el título La utilidad de lo inútil en el que, apoyado en el pensamiento de filósofos y escritores, encuentra razones para defender con pasión la importancia de todos esos saberes y prácticas humanas que han sido relegadas en estos tiempos de inspiración merkeliana.
(por Carlos Pérez Cruz)

LA UTILIDAD DE (LA EDUCACIÓN EN) LO INÚTIL

“Uno va buscando justificación para lo que hace, para las cosas de las que no está seguro que tengan sentido y, de pronto, lee este libro y piensa: tantas cosas inútiles que he hecho, ¡a lo mejor han sido las más útiles!”. Es la conclusión práctica a la que llegó Antonio Sáenz de Miera, que en unos meses celebrará su ochenta cumpleaños con algo tan “maravillosamente inútil” como es la representación de una obra de teatro de Chéjov junto a sus amigos.

FOTO_1_EDUCACIÓNDoctor en Derecho, profesor de Política Social en la Universidad Complutense, fue director de la Fundación Universidad-Empresa de Madrid. Precisamente la relación entre empresa y universidad es una de las que preocupan a Ordine, que denuncia la lógica del beneficio aplicada a la enseñanza así como la cada vez menor inversión del Estado en educación e investigación básica. Según Sáenz de Miera, “como en tantas otras cosas, la clave está en encontrar el equilibrio. En una sociedad industrial, en la que la empresa juega un papel esencial, que la universidad esté de espaldas no tiene sentido; que la universidad se pliegue a lo que quiere la empresa a corto plazo sería un enorme error”. Eso sí, rechaza las teorías conspirativas y considera que esta trampa productiva en la que podemos sentirnos atrapados es responsabilidad nuestra, “no de unos políticos o empresarios que andan por ahí”. Para Sáenz de Miera, es preciso un revulsivo que impulse a cada uno a pensar “si muchas cosas de las que hacemos no son un disparate. La cuestión es lograr tener una vida en la que se cumplan nuestros objetivos materiales pero sin que estemos plegados a eso. Ese es el gran tema”.

El equilibrio entre empresa y universidad parece sin embargo más decantado que nunca hacia la primera, incluso en el ámbito de la enseñanza secundaria. Titulares que anuncian que “los profesores de filosofía darán clases de actividad empresarial” son un ejemplo de lo que, a juicio del filósofo José Antonio Marina, “o es una equivocación o es una estupidez. Cuando la Unión Europea -también la anterior ley de educación- introdujo una competencia que tenía que ver con el emprendimiento, no se estaba refiriendo a que todo el mundo tuviera que ser empresario, sino a que había unas características [a la hora] de iniciar y realizar un proyecto -que podía ser personal, artístico, científico o empresarial y económico-, y que esas ventajas, que eran las competencias de iniciativa y toma de decisiones, tenían que formar parte de la educación general. Se refería a un proyecto personal, no a un proyecto económico. Ahí es cuando viene la desviación de pensar que todo lo que tiene que ver con emprendimiento es económico. No, emprendimiento son las virtudes de la iniciación de la acción. Si eso es así, entonces claro que [se necesita a] los profesores de filosofía, porque es una enseñanza ética. Si es económica, puramente empresarial, entonces los filósofos no tienen nada que hacer”.

José Antonio Marina, impulsor de una “movilización educativa” que, entre otras manifestaciones, ha dado lugar a la Universidad de Padres on-line, coincide con Nuccio Ordine cuando escribe en su manifiesto que “el estudio es adquisición de conocimientos que, sin vínculo utilitarista alguno, nos hacen crecer y nos vuelven más autónomos”. Tanto es así que para Marina “la filosofía es absolutamente fundamental, porque es la única disciplina en todo nuestro sistema educativo que fomenta el pensamiento crítico y el pensamiento crítico es la única defensa que tenemos contra los fanatismos, contra los adoctrinamientos… ¡Es imprescindible para nuestra sociedad! Debemos defender su estudio porque si no la sociedad se queda desguarnecida, queda desprotegida. Es extraordinariamente útil”, sentencia.

Para el filósofo, “una de las cosas más chocantes es la elección de las competencias básicas educativas que ha hecho la Unión Europea, que han sido ocho: lingüística, científica, tecnológica… Es decir, lo que hacen son personas competentes, productivas, especializadas, pero no admiten en ningún sitio la que había sido la gran creación europea, un saber que intenta ver las cosas en su totalidad e intenta comprender y evaluar el resto de las actividades humanas de una manera objetiva. Esto es lo que llamamos tradicionalmente filosofía. Cuando salió, yo propuse iniciar una campaña para solicitar a la UE la introducción de una novena competencia: la competencia crítica, la competencia reflexiva, la competencia ética, que es la que nos permite reflexionar sobre los valores que van a dirigir nuestro comportamiento. Una de las obligaciones de la escuela es ayudar a la reflexión ética y a los comportamientos éticos, porque si no nos salen corruptos y sinvergüenzas hasta de debajo de las piedras”.

El arte, explica José Antonio Marina, forma parte de unas “necesidades muy íntimas de la especie humana. Cuando se amputan, lo que estamos es amputando una gran parte de nuestra personalidad como creadores de cultura. Eso es un empobrecimiento muy grande. Ahora hay también una especie de absorción por algo que es importante, las tecnologías. Pero si nos dedicamos solamente a ese territorio estamos perdiendo muchas modulaciones y posibilidades de la inteligencia humana. Es un empobrecimiento que lleva a una tosquedad del ser humano que me parece peligrosa y desagradable”.

LA UTILIDAD DE (LA EMOCIÓN DE) LO INÚTIL

FOTO_2_EMOCIÓNUna tosquedad que combate la belleza de las esculturas que crea el gallego Francisco Remiseiro, a quien verse en la tesitura de justificar la utilidad de su trabajo artístico produce “cierta frustración, porque yo produzco algo y necesito sentirme útil, necesito saber que alguien puede sacar partido de eso. Por ejemplo, cuando un carpintero construye una mesa sabe que va a tener un uso muy concreto, pero cuando produces un objeto artístico no tiene una función práctica. Para muchísima gente el arte es necesario y, evidentemente, cumple su función: es una especie de alimento espiritual y muchos lo necesitan. No se trata de convencer a nadie de que el arte es útil, quien lo necesita lo acaba buscando. Para ayudar un poco a reflexionar: todo el mundo durante un día de su existencia hace probablemente un montón de cosas absurdas, aparentemente inútiles, pero no lo son. ¿Para qué sirve observar una puesta de sol? Eso genera placer, cierto bienestar… El ser humano no es un animal, es un ser espiritual y necesita esos alimentos espirituales”.

Remiseiro defiende como virtud precisamente la ausencia de toda función práctica en el arte y en su propia obra. “Al estar desprovista de toda utilidad, de toda función, es un objeto que tiene una vocación poética muchísimo mayor y sirve para trabajar en el campo de las emociones. No son útiles, y eso es lo maravilloso”. El artista gallego, que siente una gran pasión por los oficios tradicionales ancestrales, encuentra en ellos incluso una veta artística, de la carecen las modernas formas de producción. “Muchos carpinteros del pasado no tenían pretensiones estéticas en su producción, lo único que buscaban era la funcionalidad, incluso negaban la estética, sobre todo en el mundo rural. Una mesa servía para comer, pero esa austeridad, esa forma de construir, esa racionalidad a la hora de utilizar el material encerraba una belleza increíble. El paso que hay entre el arte, entre la escultura y los oficios tradicionales es mínimo, es un hilo muy fino. Son oficios que transforman la materia, sólo que con objetivos distintos. El escultor intenta explotar la parte más poética de ese proceso”.

LA UTILIDAD DE (LA CIENCIA DE) LO INÚTIL

FOTO_3_CIENCIALa investigación científica tiene también una parte poética. Los científicos necesitan también que, al menos parte de su trabajo, carezca de una vocación utilitaria. Alberto Sicilia (Principia Marsupia en redes), doctor en física teórica, se remonta a los tiempos de la Alejandría griega y a los cinco postulados de Euclides, el padre de la geometría, con los que fundó las matemáticas modernas. “Nadie tenía muy clara la necesidad del quinto postulado, el de las paralelas, que venía a decir que dos líneas paralelas lo son si no se cortan, si no hay intersección. A todos nos parece evidente, por eso se mantuvo durante dos mil años de matemáticos trabajando sobre algo completamente abstracto hasta que, en el siglo XVIII, el matemático alemán Gauss y el ruso Lobachevsky, se dieron cuenta de que esa quinta frase era necesaria. Dos mil años después, y sin saber adónde iban a llegar, concluyeron que se podían hacer otras geometrías de las que proponía Euclides. Precisamente de esa idea matemática nace dos mil años después otra que luego utiliza Einstein para describir cómo es el universo”. Sin irse tan lejos en el tiempo, Sicilia asegura que la mayor parte de lo que tiene que ver con ordenadores, electrónica, internet, etcétera, “son objetos que se pueden construir porque comprendemos las leyes que gobiernan los átomos, porque comprendemos la mecánica cuántica”. Una teoría que da sus primeros pasos a principios del siglo XX cuando “unos tipos con tiza y una pizarra empiezan a pelearse sobre ecuaciones, sobre la interpretación de la realidad, sobre cómo funcionan las cosas muy pequeñas, los átomos, las moléculas…, profesores de física teórica que no buscan construir nada”.

La ciencia básica es la más perjudicada en estos tiempos de recortes y obsesión pragmática, una ciencia que reclama, por ejemplo, poder “estudiar algo durante treinta años, aunque a lo mejor no llego a ningún sitio práctico o concreto. A lo mejor cambio el mundo y lo revoluciono en cuanto a tecnología, ideas…, pero a lo mejor no, y esos treinta años de financiación no llegan a ningún punto aplicable. Evidentemente, eso no lo va a hacer ninguna empresa en el mundo, es algo para lo que se necesita un Estado”. Por todo ello a Alberto Sicilia le preocupa “que se banalice la investigación básica. No tengo ningún problema con que haya empresas que hagan investigación práctica, pero me preocupa mucho que se esté olvidando esa otra parte que sólo es posible si hay apoyo de los Estados. Porque hay lugares a los que sólo se puede llegar si no sabes hacia dónde vas. Puede parecer contradictorio, pero la historia nos demuestra que las grandes ideas, las grandes revoluciones científicas, los grandes cambios de paradigma, han sido en caminos en los que no se sabía hacia dónde se iba, o se iba hacia otro lugar y, a mitad del camino, alguien se dio cuenta de que no estábamos caminando hacia donde creíamos sino hacia un lugar nuevo con el que nunca habíamos soñado”.

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Músico y periodista. Director del programa "Club de Jazz" (www.elclubdejazz.com) y colaborador de "Carne Cruda" (Javier Gallego, 'Crudo'), Radio Vitoria (EiTB) y las revistas 'Cuadernos de Jazz' (www.cuadernosdejazz.com) y 'El Asombrario' (www.elasombrario.com)

3 comentarios

  • ndelgado

    / Responder

    Me ha encantado esta sección del último programa. No sé desde exactamente cuándo hemos empezado a sufrir esta presión por trabajar en algo “útil”. Yo lo sufrí y lo sigo sufriendo, y más habiendo tenido que emigrar. Estudié una de esas carreras “inútiles”, por vocación, por completo amor a la materia que decidí estudiar, y aunque en el extranjero (exactamente Alemania, ya que mencionáis a Merkel) trabajo en algo totalmente alejado de ello con un sueldo no demasiado alto, pero aún a pesar de las comparaciones y de las presiones, nunca me arrepentiré de lo estudié. Sobre la investigación básica y la perversión total de la universidad con la incursión absoluta del mundo empresarial, nada más que añadir, algo que se ha enrarecido aún más con la entrada del Plan Bolonia. Es bastante triste asistir a esta transformación de la universidad, del conocimiento, del arte, de la utilidad humana de lo inútil, y sobre todo cómo ello nos transforma a la hora de entendernos a nosotros mismos, a los demás y al mundo. Me alivia ver que hay personas que también sienten pesadumbre ante estos cambios y que lo expresen de una forma tan hermosa. Enhorabuena por buenas palabras y reflexiones :)

  • Alberto Cabello Sanchez

    / Responder

    En palabras de Manjul Bhagrava, medalla Fields 2014:

    “La gran mayoría de las matemáticas en las que trabajo no están guiadas por las aplicaciones, y creo que la mayoría de los matemáticos teóricos dirían lo mismo: trabajamos en problemas con el propósito de avanzar el propio conocimiento matemático de la manera más emocionante y bella. Pero por otro lado, es también cierto que la gran mayoría de las matemáticas que se han aplicado con mayor éxito se descubrieron de esta manera.

    La ciencia básica se guía por la creatividad de los científicos, no por su posible utilidad. Y cuando son totalmente libres para pensar, no hay constricciones, se obtienen ideas innovadoras, que terminarán siendo aplicadas. Es muy importante financiar la ciencia básica, porque es importante construir un repertorio de buenas ideas, y cuando la sociedad necesite herramientas, pueda recurrir a ellas”.

    http://www.agenciasinc.es/Entrevistas/Si-me-quedo-atascado-con-algo-en-matematicas-cambio-a-la-musica

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