Europa no existe
La única certeza en este pandemonio en el que se han convertido las negociaciones entre Grecia y el Eurogrupo, es que Europa no existe. Hablamos de ella como si fuera una realidad política cuando es poco más que una unidad fronteriza y monetaria asimétrica y frágil. No es real la Unión Europa, no existen los Estados Unidos de Europa. Seguimos siendo inmigrantes en Alemania y Grecia es tratado como enemigo en lugar de socio aliado. Europa no es más que el nombre del continente pero no existe como contenido. Lo único que existe es la Europa de los mercados, lo que nos une es el Banco Central Europeo. La crisis griega lo ha dejado claro una vez más. La paradoja es que la ruptura de Tsipras con el resto de Europa es un intento de hacer Europa realidad.
Para algunos -muchos me temo- lo que acabo de decir puede resultar insostenible e inaceptable, pero creo firmemente que la rebelión del gobierno griego nos acerca al sueño europeísta más que todos los pactos del Eurogrupo. Tsipras está luchando por salvar a sus ciudadanos de la austeridad que ha resultado catastrófica no sólo para los griegos, también para las clases más desfavorecidas de toda la Unión Europea. Como prometió cuando fue elegido, está cuestionando a la Europa de la desigualdad que antepone los intereses financieros a la integridad de las personas. Está desafiando un modelo europeo que es un modelo de negocio. No está rompiendo Europa, está intentando construirla.
Lo dijo claramente anoche en su discurso en televisión cuando defendió el “no” frente a las imposiciones de la Troika: “ No significa romper con Europa sino volver a la Europa de los valores. Significa presionar a los acreedores para solucionar la deuda y no destruir la unidad europea. Significa presión para negociar para los más pobres”. Es cierto que ahora la presión está sobre los más pobres. Para evitar que les tiren por el precipicio les ha llevado hasta el borde. Una maniobra tan temeraria como inteligente. Él da el primer paso, sí, pero para que Europa se retracte o se retrate y Europa se ha retratado obligándoles a dar un paso más hacia el abismo del corralito y la salida del euro. Si vamos a caer, pensó el griego, que todos vean que han sido ellos quienes nos empujaron.
También Tsipras ha sentido el vértigo y por eso envió hace dos noches una carta al Eurogrupo, revelada por el Financial Times, en la que aceptaba las líneas básicas del plan de ajuste pero seguía reclamando la necesidad de la reestructuración de la deuda. No hubo respuesta. Llegados a este punto, Europa prefiere esperar a ver si el los griegos se estrellan solos sin necesidad de derribarlos. Por si quedaba alguna duda de que ése es el objetivo, nuestro presidente lo cascó el otro día cuando dijo que esperaba que Syriza-Podemos perdiera el referéndum para poder negociar con otro gobierno. Como no sabe idiomas, Rajoy no se enteró cuando le dijeron en Bruselas que lo de cargarse a Tsipras era secreto.
La oposición griega también ha aprovechado el plebiscito para pedir su cabeza. No se vota sí o no a Europa, se vota sí o no a Syriza, como explicaba el Nobel de economía, Paul Krugman en un artículo que desmontaba las mentiras con las que se quiere desacreditar a los griegos. Es falso que Grecia no haya hecho los deberes que le impuso la Troika. Los ha seguido y han sido desastrosos. También es falso que estuvieran por encima en la media europea. Estaban por debajo de las alemanas y aún así aumentaron la edad de jubilación y Tsipras proponía ahora subirles los impuestos. Pero en lugar de hablar de eso, los periódicos nos muestran en sus portadas a los jubilados peleándose por coger su subsidio para que pensemos que Syriza los lleva al caos. Nos quieren convencer de que los gobiernos populistas son el problema para que no pensemos que el problema son nuestros gobiernos. Nos quieren hacer pensar que nuestro problema son los griegos. Como dice Owen Jones, nos enfrentan con los de abajo para que no nos enfrentemos con los de arriba.
Los de arriba se niegan a reestructurar la deuda de momento porque quieren ahogar a Syriza y evitar que cunda su ejemplo. Pero saben que terminarán haciéndolo si no quieren que Grecia se eche en brazos de Rusia y Putin conquiste territorio europeo. Lo harán como se ha hecho más de 600 veces desde la posguerra. Contémoslo todo. La mayor parte de la deuda griega ha sido nacionalizada. Nos hemos comido las deudas de los acreedores privados, bancos alemanes y franceses sobre todo, para salvarlos a ellos pero no estamos dispuestos a salvar a los ciudadanos aunque podríamos. Los acreedores pueden esperar, como asegura otro Nobel de Economía favorable al “no”, Joseph Stiglitz, y como demuestra el hecho de que Grecia no ha pagado al FMI pero los mercados no han enloquecido. Los acreedores claro que pueden esperar, los que no pueden esperar son los griegos.
No nos engañemos, Europa puede asumir su salida del euro porque no representa más que el 2% del PIB europeo. Hasta Merkel lo ha dicho: “El futuro de Europa no está en juego”. Lo que está en juego el concepto de Europa. Todo este lío no es por un 2% sino porque el 99% se rebele contra el 1%. Aunque traten de minimizarlo, si gana el no, pierden ellos.
Ya sabemos la Europa que tenemos, ahora tenemos que preguntarnos si ésa es la Europa que queremos. Los griegos tienen la oportunidad única de demostrar que se puede decir no a la Europa de los mercados y sí a la de los pueblos.
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