Un Planazo de lo más prohibido
En el Planazo de hoy repasamos tres obras que se salen del gusto común, que tratan temas que normalmente se consideran tabú o que demuestran que la voluntad de uno se impone cuando te dicen “No se puede”.
Empezamos con un libro que a día de hoy sigue causando estragos entre las mente biempensantes; Crash de JG Ballard, escrita en 1973 (y que muchos conocimos por la adaptación al cine que hizo Cronenberg). Una novela complicada, que narra la obsesión de Vaughan con la erótica que le provocan los accidentes de coche, así como las relaciones de un grupo de personas para los que accidentes de carretera y sexo son indisociables. La fantasía del tal Vaughan es provocar un choque mortal con Elizabeth Taylor. Cicatrices, amputaciones, chorreo de hemoglobina y mucho semen es lo que se puede encontrar en Crash. Un relato absolutamente desasosegante que a ratos se vuelve chungo de seguir (y servidor tiene tragaderas), te sientes voyeur y te ves atrapado en una trama en la que se suceden choques, metales retorcidos y sexo cada vez más impactante. ¿Por qué lo recomiendo? Porque Ballard es un escritor superlativo, y logra tejer una historia morbosa, sí, pero irresistible, va mucho más allá del morbo y entrelaza relaciones enfermizas y fascinantes. Según avanza el relato quieres saber cómo va a ser el final de Vaughan y quieres verlo de cerca. Exceso, adicción a la tecnología, el peligro mortal del aburrimiento… es difícil buscar un relato más impactante, quizá el Almuerzo Desnudo se le acerque, pero no tiene esa sensación de querer apartar la vista del papel. Es un caso curioso, Crash, lo considero casi una obra maestra, pero no lo recomendaría directamente a nadie sin avisar. Este libro PRINGA.
Recuerdo mi primera colisión menor, fue en el aparcamiento de un hotel abandonado. Preocupados por la proximidad de un coche patrulla, nos forzamos a realizar un apresurado acto sexual. Al salir del aparcamiento choqué contra un árbol. Catherine vomitó en mi asiento. Aquel charco de vómito con sus coágulos de sangre como rubíes líquidos, viscosos y discretos como todo lo producido por Catherine, todavía contienen para mí la esencia del delirio erótico del accidente de coche, más emocionante que el propio moco rectal y vaginal, refinado como el excremento de una reina de las hadas o las minúsculas gotas de líquido que se formaron en sus lentes de contacto.
Seguimos con cine; con otra historia que no veréis en 3D. Harold y Maude, dirigida en 1971 por Hal Ashby, uno de los representantes más brillante de la contracultura yankee. Harold y Maude es una comedia existencialista, que narra la historia de amor entre Harold, un tipo obsesionado con la muerte, el suicidio y los funerales, y Maude, una mujer absolutamente vitalista y que trata de probar algo nuevo cada día.Y, bueno, la cosa es que Harold es un adolescente y Maude tiene setenta y nueve años. Este pequeño detalle hizo que tanto crítica y público rechazasen la película en su día, pero con el tiempo desarrolló un seguimiento de culto y hoy se considera como una de las grandes obras de Ashby (junto a Bienvenido Mr Chance, o El Ultimo Deber). Harold y Maude tiene elemento de comedia muy negra; Harold finge su suicidio siete veces durante la película (se ahorca, se desangra en una bañera, se auto inmola, se practica el seppuku…). La pareja se conoce en un funeral, afición que comparten, y desarrollan una amistad que se convierte en romance, lo que provoca el horror en la familia de él. Maude enseña a Harold las bondades de la vida, el arte y la música (le enseña a tocar el banjo). Lo interesante de la película es el contexto, rodada a principios de los setenta es Maude, la anciana, la que representa los ideales de la generación del amor, mientras que el joven representa la negación y el nihilismo. Una comedia romántica, con personajes que se salen del tópico y una declaración de principios de uno de los directores más personales de aquel llamado Nuevo Hollywood. Y una banda sonora a la altura de Cat Stevens
Y para despedirnos, un discazo que ejemplifica eso de Sí se puede. Hablo de The Muggs, esos cafres blues rockeros de Detroit, autodenominados la Banda Más Fea del Mundo (The Ugliest Band in the Word), solo con eso ya me tenían ganado. Formados en Motor City en el año 2000 parecía que iban a tener una breve carrera cuando en 2001 el bajista Tony DeNardo sufrió un ictus que casi acaba con su vida; de hecho le dejó prácticamente sin habla y con el brazo derecho paralizado. E incluso un bajista necesita los dos brazos para tocar. Así que ni corto ni perezoso inició un largo proceso de recuperación, pero el brazo siguió sin funcionar: solución: aprendió a hacer las líneas de bajo con un piano Rhodes y volvió al grupo. Desde entonces han cosechado premios sin parar, como mejor grupo de Blues o Mejor Banda sin Contrato, y sacando discarrales como Born Ugly (insisten en lo de la fealdad, cosa que les honra) o el recientemente publicado Staright Up Boogaloo, un rocoso muestrario de hard blues setentero, rijoso y contundente, intenso y muy personal (cosa importante en este género) con gotas de psicodelia y alguna sorpresa como una brutal versión del Yer Blues de los Beatles; por cierto este mes se recorren la península de cabo a rabo, 15 conciertos del tirón;
7 de mayo de 2015: Bilbao, Satelite T
8 de mayo de 2015: Ferrol, Super 8
9 de mayo de 2015: Oviedo, Whirlpool
10 de mayo de 2015: Cangas, Salason
11 de mayo de 2015: León, El Gran Café
14 de mayo de 2015: Vitoria-Gasteiz, Jimmy Jazz
15 de mayo de 2015: Santander, Buenas Noches
16 de mayo de 2015: Zaragoza, La Ley Seca
17 de mayo de 2015: Logroño, Biribay Jazz Club
18 de mayo de 2015: Burgos, Estudio 27
20 de mayo de 2015: Madrid, Wurlitzer Ballroom
21 de mayo de 2015: Castellón, Four Seasons
22 de mayo de 2015: Valencia, 16 Toneladas
23 de mayo de 2015: Murcia, Garage Beat Music 24 de mayo de 2015: Torredembarra, La Traviesa
25 de mayo de 2015: Barcelona, Rocksound .
¡Tela!
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