Los intocables
Entre La escopeta nacional y Los intocables se mueven las élites extractivas españolas, cutres y caciquiles, de nuestro capitalismo de amiguetes. Entre la caspa y la mafia. Entre el dislate y el delito. Entre el pitorreo y el recochineo. Entre la imbecilidad y la impunidad. Por si no tuviéramos bastante con el goteo interminable de sus choriceos, además tenemos que aguantar que se choteen de nosotros, como ocurrió ayer por enésima vez.
Por un lado, el expresidente de la patronal madrileña Arturo Fernández declaraba en el juzgado, sin despeinar su tupida cabellera, que pagaba con su tarjeta ‘black’ de Cajamadrid comidas en sus restaurantes, a veces, tres por día. No solo se ahorraba el gasto y no lo declaraba, sino que se lo ingresaba. Triple robo mortal, y nosotros a pasar por el aro de este circo.
Por otro lado, también ayer nos enteramos de que la Audiencia de Madrid ha extraviado los papeles de la denuncia que Izquierda Unida y UPyD interpusieron contra el PP y su tesorería por la destrucción de los discos duros de Bárcenas. La presunta pérdida, y hago hincapié en lo de presunta, se ha conocido por casualidad, al preguntar el grupo de Rosa Díez, 14 meses después de entregada.
Primero el PP hace desaparecer pruebas y después el tribunal hace desaparecer la causa que lo debe juzgar. Lo de país de pandereta se nos queda corto; somos también un país de cuchufleta, la que nos hacen cada día empresarios, políticos y jueces de capirote. Se pueden destruir todas las pruebas pero no se puede destruir la verdad: que el PP borró pruebas judiciales clave para investigar su financiación ilegal. Ahora vayan ustedes a votar.
A todo esto hay que añadirle el sainete del PSOE con la casiimputación de Chaves y Griñán por el caso de los ERE, que ha hecho que Pedro Sánchez se convierta en San Pedro y se niegue a sí mismo tres veces. Primero el portavoz socialista en el Congreso dijo que hasta que no se abra juicio oral no les retirarán el acta de diputado y senador. Después, que lo harán cuando se les impute delito porque por ahora solo les han imputado la puntita.
Pero eso contradice lo que dijeron Susana Díaz y Pedro Sánchez en los medios; a saber, que les retirarían de la formación si eran imputados. Lo son. Pero por ahora no les han retirado ni el saludo. Esta semana, por cierto, la policía anuncia otras 30 detenciones por los chanchullos de los cursos de formación en Andalucía en la llamada operación Edu. No nos van a quedar nombres en el santoral para nombrarlas a todas.
Y al resto del patio, cuando más se le necesita, también da pena mirarlo, con Monedero desaparecido en combate sin salir al paso de un asunto en el que arrastra consigo a Podemos, y con Izquierda Unida descuartizada en Madrid por los navajazos de Ángel Pérez, que un día amenaza a Mauricio Valiente con expulsarle y ayer mismo amenazaba como un matón de barrio a su candidato a la presidencia, Alberto Garzón, ante la inexplicable pasividad de Cayo, que calla tanto que pareciese que otorga.
Que no son comparables estos asuntos con los grandes casos de corrupción no hace falta jurarlo, pero lo que molesta es que sí lo es la reacción. Unos y otros se atrincheran en sus cavernas, que no me toquen lo mío, que no me tosan, que no se me acerquen. Parece que todo el que toca poder, o está a punto de tocarlo, se cree intocable y tocado de una gracia divina que le hace estar por encima del bien y del mal, cuando lo que pide el país a gritos son políticos a los que se pueda tocar.
Hay días en los que uno no sabe ya ni a quién darle el voto porque no tiene la suerte de esos votantes que, como decía El Roto, en lugar de votar, fichan.
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