El Gran Hermano te vigila
Al principio no te das cuenta. No le das mucha importancia. Pero un día notas que te siguen. Allá donde vas en internet, te reciben como si supieran a qué has venido. Como si te conocieran. De hecho, te conocen. Conocen tus gustos. Buscas en YouTube y te ofrecen “recomendaciones personalizadas” muy parecidas a tus búsquedas habituales. Navegas y te asaltan ofertas de viaje a destinos similares a tus últimos trayectos. Los anuncios de las páginas que visitas coinciden con los intereses que has mostrado antes en la red. Vas dejando un rastro por donde pasas y los buitres de la publicidad programada te persiguen como a la carroña. Eres presa fácil.
Pero yo no quiero que me deis más de lo mismo. No quiero ver cosas que ya conozco. Ni comprar lo que un algoritmo cree que tengo que comprar. No podéis reducirme a una fórmula matemática. No siempre al menos. Quiero sorprenderme, conocer algo diferente a lo que ya sé. Así que dejad de condenarme a ser siempre el mismo. Dejad de limitar mi realidad hasta hacerla repetitiva, anodina y previsible. Dejad de recortarme como si fuera un patrón. No quiero perderme lo que hay fuera del marco de la pantalla. No soy un avatar, ni un perfil de Facebook, ni soy solo lo que dice mi cuenta de Google Plus. ¡No soy quien creéis que soy!, gritas. Pero la pantalla te responde en silencio.
Sí. Puede que te rebeles y hagas caso omiso a sus sugerencias. Pero sabes que hay un mundo que no te muestran, que te estás perdiendo. Paradójicamente, en el universo inabarcable de la red, tus posibilidades se van reduciendo cada vez que entras. La vía se va estrechando. No les conviene que seas cambiante, espontáneo. Entonces no eres controlable, no eres un cliente al que se puede etiquetar. Recuerda que en la publicidad el que lleva la etiqueta eres tú, no el producto. Unos hackers me dijeron que hiciese búsquedas absurdas e incomprensibles para despistar a las máquinas. Pero aunque lo hagas, aún tienen tus datos en el correo, en la red social, saben a quién frecuentas, con quién te escribes, adónde vas y dónde estás, pueden ver con quién has hablado y de qué y qué haces con tu dinero. Saben más de ti que tú mismo, y tú les has dado el acceso.
Les hemos dado las llaves de nuestras casas a través de nuestras cuentas y dispositivos electrónicos y ellos las han vendido al mejor postor. Las filtraciones de Snowden revelaron que las grandes empresas de Silicon Valley le habían cedido bases de datos de los ciudadanos a la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense, por un puñado de dólares. Nos han vendido Yahoo, Apple, Microsoft, Verizon, entre otros, y sobre todo el mayor imperio de la red: Google. El nuevo libro de Julian Assange, Cuando Google encontró a Wikileaks, revela que la empresa americana no solo es el mayor dueño mundial de la información que domina el mercado, además es el mayor colaborador del Gobierno de Estados Unidos en materia de defensa, diplomacia y espionaje global. Bienvenidos a Gran Hermano.
Google, el ojo que todo lo ve. El que tiene el buscador y el navegador más usados. El que te provee de cuenta de email, sabe los vídeos que ves, guarda tus documentos, promociona tu perfil, conoce tus trayectos y te proporciona el teléfono móvil. Google, el que hace trampas en las búsquedas para favorecer sus productos y seguir creciendo ilimitadamente. Europa ha tratado de ponerle freno a esta práctica mafiosa obligándole a separar su motor de búsqueda de su servidor de anuncios. Veremos si lo consigue. Aquí en España los editores de prensa (AEDE) han dado un paso en falso con ayuda de este Gobierno, que confunde la protección de los derechos de los de arriba con la mordaza de los derechos de los de abajo. Han impuesto una tasa a quien enlace las informaciones de la prensa digital. Google ha respondido cerrando hoy su canal de noticias en nuestro país.
La pretensión de los editores de que les paguemos por citarles es un abusivo y disparatado ataque a la libre difusión de información con el que tratan de taponar algunas hemorragias. Pero ni somos los culpables de sus problemas ni la medida funcionará. Al contrario, tendrán que echar marcha atrás como ha pasado en Alemania. Por el otro lado, tampoco nos engañemos. Google no es ninguna víctima ni un heroico defensor de la libertad de información. Su respuesta es el chantaje del gigante que sabe que puede manejar el mercado a su antojo mientras nadie le pare los pies. Los Gobiernos deben parárselos, como está intentando la UE, para evitar el monopolio de Google, que es el monopolio del Gobierno de Estados Unidos. Si no, el futuro será “una bota aplastando el rostro humano incesantemente”, como escribió George Orwell en 1984. Escondeos. Google nos vigila.
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