Pero…qué coño
Hoy en el Planazo hablamos de obras sorprendentes, inclasificables, de esas que te cruzas por primera vez y solo puedes exclamar: “Pero, ¿qué coño!?
Empezamos con uno de los libros más bizarros que pueblan mi biblioteca; Yo Cazaba Moscas Para Howard Hughes; solo con el título ya merece la pena la compra. Ron Kistler es el autor de este divertido engendro (editado en España por Cambio 16, descatalogadísimo, pero que aún se puede encontrar en librerías de segunda mano). Kistler trabajó durante tres años como guardaespaldas, alcahuete y caza moscas para Howard Hughes, el magnate millonario, cineasta, aviador y amante. En él nos encontramos con un innumerable chorreo de anécdotas loquísimas y se obtiene una visión cercana y directa sobre la locura y el sadismo de la criatura. Sobre Hughes hay publicados varios libros en castellano pero este es especial porque se centra en la relación de un tipo normal y corriente con un millonario ultra maniático encerrado en un aislamiento auto impuesto y obsesionado con los gérmenes, el FBI y cómo no, con las moscas.
“Un caluroso día de verano del año 1958 me hallaba en un oscuro rincón de la sala del bungaló número 4 en el hotel Beverly Hills, esperando el momento oportuno para lanzarme contra una mosca que zumbaba por la habitación. El hombre que vivía en el bungalow (alquiler, 175 dólares por día) era mi patrón. Tres hombres pagados por él estaban listos las veinticuatro horas del día para trasladarse a este bungalow. Uno de los tres se apostaba junto a la puerta en el momento en que ésta era abierta o cerrada y agitaba un periódico para ahuyentar a los insectos que tuvieran intención de colarse en la morada de nuestro patrón. Pero aquel diablo lo había conseguido. En días calurosos y soleados las moscas realizaban proezas de kamikazes para introducirse en la soledad del bungalow número 4. Estaba oscuro porque el patrón tenía las luces apagadas y las persianas bajadas, y hacía calor porque no ponía en funcionamiento los acondicionadores de aire y prefería sentarse desnudo en una silla blanca de cuero; desnudo, es decir, salvo la ingle, que cubría con una servilleta rosa de hotel. Tal vez la mosca de aquel día sólo deseaba entrar para ver la película que yo había estado proyectando a mi patrón. Mi trabajo consistía en manejar el proyector, pero hacía muchas más cosas para ganarme mi salario“.
Una visión fina e irónica sobre la excentricidad de uno de los personajes más apasionantes del S XX. Planazo bizarro número dos: lo que viene ahora supera lo superlativo. Películas raras hemos visto todos, pero hoy he querido rescatar una de las más extravagantes. Una vez más el título nos da pistas válidas sobre lo que vamos a encontrar. “El monstruo de dos cabezas” película rodada en 1972 y dirigida por Lee Frost. Pensarás, amable lector/a: “bueno, tratará de La Hidra, o Ortro, el perro bicéfalo de la mitología griega”, pues sin duda eres una persona versada. Pero no, se trata de un científico bastante racista al que le trasplantan la cabeza al cuerpo de un convicto negro (“¿pero qué coño?”); las razones de dicho trasplante son peregrinas, la gracia se centra en las tensiones raciales en los USA por entonces (recuerden 1972) y la imposible relación entre un blanco republicanote y un hermano más chulo que Shaft. Os podéis imaginar las peripecias de estas dos cabezas en un solo cuerpo. Y si no podéis ved la película, relajadamente, esto no es cine de autor. Cosas destacables, el protagonista; ni más ni menos que Ray Milland (Crimen Perfecto, Días sin Huella, El Ministerio del Miedo) En el ocaso de su carrera protagonizó El Hombre Con Rayos X en Los Ojos de Roger Corman (1963), y de aquellos polvos vinieron esos lodos, quedó encasillado en pelis de explotation como esta. Otro punto a favor, la banda sonora que incluye mucho wah wah y conga blaxplotation y dos temarracos de The Incredible Bongo Band (uno de ellos titulado Bongolia. ¡En serio!). Solo el trailer es una experiencia hilarante. No os lo perdáis.
La traca final, el planazo número tres; un disco para terminar. El que quizá sea el disco más popular dentro de la categoría de “discos pero qué coño”. Trout Mask Replica de Captain Beefheart and his Magic Band. Un disco complejo, atonal, incoherente, abrupto, intrincado, pero a pesar de todo muy reconocido y apreciado. La verdad es que las primeras veces que lo escuché me quedé con cara de wtf, pero hay algo ahí, en ese blues primigenio, ese jazz loco que te atrapa y no te deja tranquilo. Grabado en 1969 y producido por el colega de Corazón de Ternera, Frank Zappa en un ambiente raruno por las peculiaridades de Don Van Vliet, que entre otras cosas se negó a usar auriculares para grabar las voces y si algo no le agradaba no dudaba en intimidar a sus músicos o directamente liarse a guantazos con ellos (aparentemente el guitarrista Bill Harkleroad cuando escribía sus memorias al recordar este periodo tuvo un colapso y tuvo que salir corriendo de sus casa a vomitar en el césped. Poca broma). Aún así nos hallamos ante una de las cumbres del bizarrismo musical en un punto en el que el rock n roll se da la mano con el surrealismo.
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