La España negra
España huele a mierda. Este país flota sobre una cloaca inmunda de la que, de cuando en cuando, nos llegan efluvios pestilentes. Ahora hemos olido el hedor de las tarjetas negras de Cajamadrid pero ni es el último escándalo que conoceremos ni llegaremos a conocer nunca toda la podredumbre en la que se están hundiendo nuestros derechos y bienestar. Ya se encargan los partidos, sindicatos, empresarios y demás instituciones implicadas de silenciarlos y esconderlos debajo de sus alfombras y banderas, como han hecho durante años con los Pujol y hasta anteayer con las tarjetitas black. Algo huele a podrido en toda España. Estamos de mierda hasta el cuello. Disculpen mi lenguaje, es producto del hartazgo y la irritación.
Lo de las tarjetas no será el pufo más cuantioso pero es revelador de lo extendida que está la mancha de corrupción. La marea negra salpica a los principales partidos y sindicatos nacionales y a los empresarios de Madrid. Todos los que han sido alguien en este edificio con los cimientos carcomidos al que llamamos Transición. Y luego se sorprenden de que la gente vote a Podemos. PSOE, PP, IU, CC.OO, UGT, la Patronal… todos tenían a alguien chupando del bote de los ahorradores de la caja madrileña. Por eso la mayoría agacha la cabeza y espera a que pase el chapapote sin que les pringue demasiado el alquitrán. Una condena por ahí, una disculpa por allá, una justificación por acullá. La tibieza de muchos delata su culpa.
Tendrían que haber salido todos a pedir perdón a la ciudadanía. No basta con cuatro dimisiones de los culpables, también tendrían que asumir responsabilidades sus partidos. Por inútiles o por cómplices. Si no lo sabían, eran unos incompetentes por no vigilar lo que se hacía con el dinero de los ciudadanos, con el cumplimiento de la legalidad y en nombre de su partido, sindicato o patronal. Pero como en el caso Pujol, cuesta creer que nadie supiera nada. Cuesta creer que no les llegara el tufo del lodazal. No nos lo creímos con la Infanta ni con Rajoy y ya no nos lo creemos más. Basta de hacerse los tontos y tomar por idiota al personal.
Como Esperanza Aguirre que dice que los políticos no sabían que el uso de las tarjetas era ilegal. Perdónalos, Señor, porque no sabían lo que hacían cuando se gastaban 15 millones de euros en compras privadas, viajes, comilonas y campos de golf. No solo nos llama tontos por enésima vez la señora Aguirre, quiere que creamos que sus colegas también lo son. Y aún se presentará a alcaldesa de Madrid y ganará. Y aún el PSOE presenta como secretario general a un ex consejero de la Cajamadrid de Miguel Blesa. Otro de esos que no se enteraba de nada cuando aprobaba las podridas cuentas de la entidad. Él solo iba a cobrar. Y así no va. Así nos va.
Así vamos porque hemos dejado que nos represente una chusma de corruptos o cómplices silenciosos de la corrupción. Y lo peor es que representan lo que hace parte del país. Tenemos que empezar a pensar que algo hay mal en esta sociedad para tener tanta suciedad. Aquí hay mucha gente que lo permite, admite y colabora. Somos el país europeo con más economía sumergida, un 25% del PIB, tenemos una clase pudiente culpable del 70% de la evasión y el 90% de las empresas del IBEX 35 tienen sedes en paraísos fiscales. El escándalo de las tarjetas B es solo síntoma más de una tremenda enfermedad.
Tenemos la peste negra, el Ébola del dinero negro. La España negra ya no es la España profunda de los crímenes violentos, es la España de las cajas B, la evasión fiscal y las tarjetas black. Si queremos curarnos tenemos que extirpar el virus. De arriba abajo. O mejor, de abajo arriba. No nos lo van a poner fácil. Al que lo intenta le vuelan la cabeza como al juez Silva, que le han inhabilitado por 17 años, mientras los Miguel Blesa de turno van por ahí silbando tan campantes. Hay que llegar al poder para echar a las fichas negras del tablero. El Ébola se cura cambiando la sangre y aislando el virus.
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